Jota Linares: “Todo vale para aprender, pero no todo vale para llegar”

Por Chusa L. Monjas · Fotos © Manolo Pavón / Enrique F. Aparicio · 18 octubre, 2018

El cineasta gaditano estrena su ópera prima, Animales sin collar

Habla con entusiasmo y adoración de Charles Laugton, Billy Wilder, Marilyn Monroe, Víctor Erice, Pedro Almodóvar y Beatriz Bodegas. También de su madre y de las mujeres de su pueblo, Algodonales. Jota Linares está exultante porque tiene “el mejor trabajo del mundo” y se ha cumplido una de sus metas: hacer su primera película. Autor de los cortometrajes Ratas, 3,2 (Lo que hacen las novias) y Rubita, y de la exitosa obra de teatro ¿A quién te llevarías a una isla desierta? –primero fue un corto y después la ha adaptado al cine convirtiéndose en su segunda cinta–, el cineasta gaditano presenta este viernes al público Animales sin collar, la historia de una mujer, Nora, que en 90 minutos aprende a ser libre. Un personaje al que llegó cuando leyó en el instituto la obra más famosa de Henrik Ibsen, Casa de muñecas, un alegato por la libertad femenina. Natalia de Molina y Daniel Grao son los protagonistas de este largometraje que, producido por Beatriz Bodegas (Tarde para la ira), filmó a los 32 años. Su debut ha sido “tardío”, pero viene para quedarse.

Jota viene de Javier.

Sí, y así firmé mis primeros cortos. En un festival coincidí con otro cortometrajista que también se llamaba Javier Linares y me dijo que había registrado el nombre. Como en la Universidad me llamaban Jota, pues me lo cambié. Después se estrenó El orfanato, de Jota Bayona, y decidí que coexistiríamos los dos.

En una primera película se pone todo.

Todo y más. Soñaba con que mi primer proyecto fuera algo muy honesto y tenía muy claro que sería una película en Andalucía y con acento andaluz. Soy de la generación de la crisis, de los que salimos de la Universidad en 2008 y nos encontramos con que no nos podíamos dedicar a lo que nos gustaba. Fueron años complicados, de poner copas, doblar camisetas en tiendas, y lo que te mantiene vivo es la pasión por el cine, por hacer tu primera película. Y eso que en mi caso era una quimera, porque vengo de una familia en la que decir que te quieres dedicar al cine es como decir que quieres ser astronauta. No me dieron alas y cuando le comenté a mi madre que necesitaba apoyo, me dijo que me estaba viendo sufrir y que ella no quería verme así. Ahora están orgullosísimos.

Va por un camino de rosas. Estrena su primer largo y ha terminado el rodaje del segundo.

Hay también muchas espinas, pero es el camino que he elegido. Es una profesión muy dura, pero a la vez, y esto se lo digo a mis alumnos de TAI [centro universitario en el que es profesor de guión], es la más bonita del mundo. La sensación que tienes cuando ruedas no se puede explicar, es magia.

¿Qué más les transmite a sus estudiantes?

Que un guión tiene que tener un poco de tu alma y técnica. Hay que conocer la técnica para, si quieres, poder romperla. Para mí es muy importante crear historias honestas y personajes a los que no juzgas. Un profesor al que le debo mucho me enseñó que incluso al personaje más diabólico hay que tratarlo siempre desde el amor.

Por lo que acaba de decir del alma, entiendo que lo de rodar por encargo no va con usted.

En estos momentos me resultaría complicado. Respeto a todo tipo de directores y todo tipo de películas. Si me llamaran para hacer una comedia comercial donde todo está medido diría que no, pero no por ego, sino porque no sé hacerlo. Soy un privilegiado porque en las dos películas que he hecho está mi corazón.

Muchos pensaban que su bautismo en el largometraje sería con ¿A quién te llevarías a una isla desierta?

Fue el último corto que firmé como Javier Linares, y mi mejor amigo y yo lo convertimos en guión de cine, y después en una obra de teatro que tuvo mucha empatía. Pero como no sabía si iba a volver a rodar, quería que mi primer filme fuera en mi tierra, mi paisaje, mi luz.

Y que fuera un bautismo digno.

No comparto hacer pelis indies a través de crowfunding, y eso que una de mis películas favoritas del cine español reciente es Stockholm, que sirvió para descubrir a Sorogoyen que, junto a Carlos Vermut, son los genios que han salido del cine español reciente. Pero eso tiene que ser la excepción, no la regla. Hubo una época en la que la excepción era tener presupuesto, sueldos y estructura de película media. La crisis aniquiló casi por completo a la clase media del cine español, a esas producciones de millón y medio o dos millones de euros, que son las que dan de comer y crean industria.

Netflix participa en Animales sin collar y ha producido su segundo trabajo.

Soy un romántico del cine en sala. Voy al cine, me encanta hacer cola y quiero que el cine viva. Todo está cambiando muy rápido y ahora Netflix estará decidiendo qué paso dar después de ganar en Venecia con Roma, de Cuarón. Netflix está dando muchas oportunidades. La financiación de Animales sin collar se había estancado y la plataforma la salvó.

Quería que la protagonista de Animales... fuera una mujer.

Una mujer que aprendiera a ser fuerte, a ser libre, porque a mí me crearon mujeres solas. Era mi homenaje, por eso la película está dedicada a mi madre, que se ha visto reflejada en esa mujer, algo que para mí era imprescindible.

¿Cuándo decide ambientar la historia en un contexto político?

Soy ciudadano y me preocupa lo que pasa. El fin de semana de las elecciones autonómicas de 2015 tenía función y cuando salí a la calle empezaron los primeros sondeos. ¿Qué estaba pasando en Barcelona, Madrid o Valencia? Señoras de 80 años nos abrazaban y decían ‘vamos a cambiar las cosas’. Había un ambiente de esperanza, de expectación, algo eléctrico estaba en el aire. Pensé que era el contexto que necesitaba para actualizar a Nora y, sin querer, profetizamos cosas que han acabado pasando.

Esta película es hija de su tiempo, están los temas que me interesan: la independencia de la mujer, el poder, la corrupción, el éxito, la ambición, las oportunidades…

 

El miedo como motor

Tiene una “potente” colección de cine clásico, está enamorado del drama y del thriller y siente pánico a la comedia “por lo difícil que es”. Linares huye de dar lecciones. Carne de los extintos videoclubs, es un consumidor voraz de películas. “A mis alumnos les digo que tienen que devorar cine. La educación en colegios e institutos en materia audiovisual no se está haciendo”, destaca este novel cineasta al que todo le ha valido para aprender, “pero todo no vale para llegar”.

¿Qué le ha enseñado Animales …?

A usar el miedo como motor y no como lastre. En el rodaje tenía mucho miedo: miedo a decepcionar a Bea, que había apostado por mí; al equipo y a mí mismo, porque si no valía para esto… Y no se me podía notar porque era el director.

¿Volverá a los cortos?

Me encantaría porque vivo esos trabajos desde un lugar lúdico y sin presión, pero ahora todo se me ocurre en formato largo. Si no se tuerce, mi tercer filme será de terror.

Marilyn Monroe es su obsesión.

Sí. Le dediqué el corto Rubita y, cuando escribo en casa, me pongo de fondo sus películas. Vidas rebeldes me marcó muchísimo. También me tranquiliza mucho escuchar la voz de Jack Lemmon.

Y, ¿quién le obsesiona del cine español?

Por venir de donde viene, y por todo lo que ha conseguido, me gusta mucho Pedro Almodóvar. Tenerle es un lujo y aquí no se le reconoce ni agradece todo lo que hace por la cultura española.

En España, rodar una película es…

…un milagro. Nos han puesto muchas zancadillas, ha habido una campaña de desprestigio que, desgraciadamente, ha funcionado muy bien. Tienen que dejar de vernos como enemigos. De corazón, espero que esto cambie.

 

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